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¿Por qué tenemos conciencia?

La conciencia es un concepto que tiene diferentes acepciones dependiendo del contexto desde el cual se define. La palabra proviene del latín cum scientĭa, que significa “con conocimiento”, mientras que la Real Academia de la Lengua Española señala que es la “capacidad de los seres humanos de verse y reconocerse a sí mismos y de juzgar sobre esa visión y reconocimiento”.

La palabra en sí se emplea de diferentes maneras, en situaciones diversas y con intenciones variables, por ejemplo: “examen de conciencia”, “cargo de conciencia”, “voz de la conciencia”. En todo caso, es una incitación a la evaluación o reflexión de las acciones, pensamientos, deseos personales y sus efectos en los otros o, incluso, en el mundo.

La investigadora Alicia Vélez, integrante del Laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiología de la Facultad de Psicología de la UNAM, señala que la “conciencia humana” es el conocimiento que se tiene de uno mismo y de lo que nos rodea, lo cual nos permite ser reflexivos no solo de lo que somos sino de lo que son los demás.

El ser humano, al igual que otras especies, nace con la capacidad de volverse un ser potencial, ya que durante todo su desarrollo (físico y mental) irá adquiriendo habilidades que le posibilitarán adaptarse, regularse y manejarse dentro de su entorno. En este proceso, puede reconocer sus atributos esencia- les y atender a todas las modificaciones y cambios que irá experimentando”, explica Alicia Vélez.

En un inicio, esta capacidad de reflexión estará orientada a sí mismo, pero paulatinamente le permitirá juzgar también los estados del otro. Así, surgirán algunas conductas a partir de la adquisición de conocimiento, que permitirán el reconocimiento (o autorreconocimiento), la verificación y regulación (de nuestros actos), ya que se analizan los efectos de nuestras conductas sobre los demás y sobre uno mismo.

Así que la conciencia es una herramienta, habilidad o capacidad que permite a los individuos percibirse en el mundo.

¿Por qué alucinamos?

No solo les sucede a los protagonistas de cintas cinematográficas de suspenso o terror. Para todos es posible separarnos de la realidad al estar despiertos. Sentir cosas que parecen reales, pero que no lo son y han sido creadas por nuestra mente sin ningún estímulo externo. A eso se le llama alucinar. También recibe el nombre de ilusión sensorial y ocurre cuando una persona ve, oye, huele o siente lo que, simplemente, no está ahí.

El profesor e investigador del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM, Ranulfo Romo Trujillo, explica que el cerebro genera una hipótesis de la realidad externa, la cual es corroborada por la información que llega al cerebro y se coteja con la hipótesis previa. Cuando este proceso falla es probable que se genere una hipótesis equivocada de la realidad externa. “De esta manera podríamos ver objetos o escuchar voces que no existen más que en nuestro cerebro, producto de la activación de los archivos de las memorias sensoriales”.

Con frecuencia se piensa que las drogas y los desórdenes psíquicos son los únicos motivos por los que podemos llegar a tener alucinaciones, pero no es así. Según el neurólogo y psiquiatra Michael Golder, profesor de la Universidad George Washington, “una persona que no ha dormido durante 72 horas es tan susceptible de alucinar como cualquiera que haya tomado LSD”. Esto es porque algunas neuronas del sistema nervioso pueden crear imágenes inexistentes en nuestra mente.

Actualmente, se sabe que los elementos químicos extraños, como drogas o neurotransmisores visuales se introducen en la sinapsis —unión que permite a as células comunicarse—, entre el nervio óptico y el lóbulo occipital, la parte del cerebro que procesa la información visual. Sucede lo mismo en el caso de las alucinaciones relacionadas con oído, olfato, gusto (en los lóbulos temporales) y el tacto (en el lóbulo parietal).

¿Cómo se puede identificar a un psicópata?

Este trastorno de la personalidad tal vez sea de los más difíciles de detectar. La constelación de rasgos, tanto afectivos como de estilo de vida, son muy comunes, en menor o mayor medida, en muchas personas, explica el psicofisiólogo de la UNAM, César Romero. Por ello, el hecho de que un individuo presente algún rasgo no implica que sea un psicópata.

En el ámbito clínico hay varias formas de detectar psicopatía, la más utilizada es una entrevista, cuyo formato fue desarrollado por el doctor Robert Hare y que, en muchos casos, se aplica a quienes han cometido crímenes.

Con base en la Escala de Psicopatía de Hare se califican 20 rasgos de psicopatía. Tiene una segunda versión que mide 12 criterios. En la primera escala, si el sujeto tiene más de 30 puntos se puede considerar como psicópata. Se ha sugerido que las personas no psicópatas tienen una puntación de 0 a 10 puntos.

Como los psicópatas no siempre son violen- tos, también hay cuestionarios para personas no criminales, los cuales se concentran en evaluar los rasgos de personalidad. Algunos se basan en la Escala de Hare, otros en diversas teorías sobre la psicopatía, entre ellas la de Levenson, que habla de una psicopatía primaria, enfocada a la personalidad, y una secundaria, inclinada a un estilo de vida irresponsable e impulsivo.

“En la población general hay personas psicópatas a las cuales se les llama ‘psicópatas exitosos’, que a pesar de tener historial de conductas criminales no han estado en contacto con el sistema legal. Aunque existe poca investigación al respecto, se ha encontrado que pueden orientar sus rasgos psicópatas con el fin de obtener una ganancia. Esto, a diferencia de los psicópatas que están en las cárceles, les ha permitido seguir libres”, destaca César Romero, especialista en Neurociencias de la conducta.

Hoy se sabe qué estructuras cerebrales participan tanto en el desarrollo como en el mantenimiento de la personalidad. Sin embargo, aún falta mucho por investigar, sobre todo en aquellos casos en los que la psicopatía no está asociada a lesiones cerebrales derivadas de accidentes o de demencias, como es el caso de la demencia fronto-temporal.

Créditos: Quo.mx

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